12 Apr
12Apr

Federico Bastiani, periodista, acababa de mudarse a Bolonia con su familia. Criado en una pequeña ciudad donde "todo el mundo se conocía" y acostumbrado "a que todos cuidaran de todos", en la gran ciudad descubrió que "las relaciones eran más frías y difíciles de establecer". " Falta confianza", afirma con rotundidad. "Quería poder 'vivir' mi calle -via Fondazza- y encontrar a otras familias con niños como la mía. Pero en las ciudades no hay sitios donde conectar con tus vecinos", señala. Así que Bastiani creó un grupo de Facebook cerrado para que los residentes del barrio pudieran conocerse, Social Street. "Una forma de comenzar una interacción sencilla", explica. De la red social pasaron a reunirse en la calle, transformando el contacto virtual inicial en real.

"Al principio se trataba de necesidades básicas reales, pequeños favores en el día a día, ayudarse, hacer actividades compartidas. Pero poco a poco se ha convertido en un proyecto para resocializar, para conectar con la gente", comenta Federico. Aunque admite que "lleva mucho trabajo y es complicado, en los comienzos sobretodo". "Mantener las relaciones es laborioso y alguna gente desconfía y se pregunta "pero, ¿por qué alguien va a hacer algo a cambio de nada? ", añade.

La idea que está detrás del movimiento es trabajar para recuperar la sociedad perdida. Su compañero de viaje,  Luigi Nardacchione,  jubilado, se confiesa fascinado por la idea de "recuperar la sociedad perdida".  "Luigi organizó un montón de cosas para atraer a la gente a la calle, para que pasaran de lo virtual a lo real- él inventó esa frase- . Sin su arduo trabajo diario, nunca habríamos llegado hasta aquí", recalca Bastiani.

Cuando comenzaron, no sabían que intuitivamente estaban construyendo un proyecto de gift economy. Este modelo alternativo al capitalismo se practica en India desde hace años, donde la confianza y la reciprocidad sustituyen a las transacciones comerciales, ayudando a crear comunidad. "No es solo un intercambio de pequeños favores, como ayudar a reparar un electrodoméstico roto o intercambiar billetes de tren. Haces cosas sin esperar nada a cambio. Así la relación continúa abierta. Cuando pagas por un servicio, en el momento en el que entregas el dinero, la relación se acaba", explica el periodista. Tres años después, han pasado de 30 miembros a más de mil. Y han celebrado la primera boda entre dos integrantes del grupo.

Pese a ser un proyecto de origen virtual, Federico no tiene una buena opinión de las redes sociales. " Puedes hacer lo que quieras, obtener lo que necesitas sin moverte de tu casa con un solo click. ¿Para qué necesitas relacionarte entonces?", reflexiona. "La mayoría de las veces la gente las usa para expresar su frustración. Por eso nos hemos negado a que Social Street tenga una aplicación de móvil porque se trata de crear comunidad, de intercambiar ayuda mutua y de alimentar un sentido de pertenencia", afirma.

Falta de espacios públicos en las ciudades para que los vecinos se reúnan. Pero reunirse en la ciudad tampoco es fácil. "Uno de los problemas con los que nos encontramos es la falta de espacios públicos para hacerlo. Nosotros comenzamos en una plaza reconvertida en parking para diez coches", cuenta Federico Bastiani.

Social Street carece de una aplicación de móvil porque se trata de crear comunidad, según sus impulsores. "Según las normativas locales, estas reuniones de vecinos que hacemos en la calle, como organizar una cena, son ilegales. Bolonia ha cambiado la normativa, -Milán lo hará en breve-   adaptándola, porque este tipo de reuniones se están extendiendo por toda Italia. De alguna forma estamos reivindicando el uso del espacio público por los ciudadanos", matiza.

75.000 personas participan ya en las 452 Social Streets en países como Portugal, Croacia, Chile, Brasil y Nueva Zelanda. "Allí solo funciona en las grandes ciudades. Aunque en Italia también empezó así -Bolonia o Milán y ahora Roma- Estamos recibiendo peticiones de ciudades pequeñas, incluso de áreas rurales donde la población está diseminada, una casa aquí y otra allí", cuenta a Bez.es Bastiani.  Con algo más de 5.000 habitantes, Torchiarolo, en Brindisi, es un buen ejemplo.

Expertos como el sociólogo Anthony Giddens, creador de la Tercera Vía para la socialdemocracia,  el antropólogo Marc Augé, especializado en la identidad del individuo en función de su relación con los lugares cotidianos y la tecnología o el activista ambiental Rob Hopkins, han mostrado su interés por Social Street.  Cuando el New York Times le llamó para entrevistarle sobre Social Street, Federico Bastiani se sorprendió. "Llevaron a la portada algo que debería ser normal, cotidiano,  pero que en este momento no lo es".

"Las autoridades de Bolonia nos llamaron para un proyecto de Bienestar Social. Muchas veces desconocen qué situaciones críticas existen en los barrios y llegan tarde. En nuestra calle, Via Fondazza, un vecino pasaba por una mala racha económica. Lo sabíamos y buscamos una solución, hablando con las tiendas del barrio. Si creas este ambiente de confianza, puedes ayudar a la gente, intervenir y ser efectivo", explica a bez.es Bastiani.

Ubicada en Corso San Gottardo, la Social Street de Milán es una muestra de que esto funciona.  En junio, una explosión de gas en un edificio dejó sin hogar a 18 familias. Hubo  tres muertos y nueve heridos. Los miembros de Social Street recogieron fondos para los afectados mediante distintas iniciativas.  Fabio Calarco, miembro de la red milanesa, cuenta que una de las residentes, Cinzia, se puso en contacto con ellos, dándoles las gracias y felicitándoles por la iniciativa. "He conocido a gente en su círculo de ayuda y me ha  impresionado y conmovido su espontaneidad y solidaridad", escribió la joven.

Feliz con el proyecto, Federico  reconoce que "la mejor parte es la posibilidad de recrear el sentido de comunidad en el día a día". "Antes sentía que mi hogar empezaba cuando cruzaba la puerta de mi casa; ahora desde que paseo por las calles de mi vecindario. Si quieres cambiar el mundo puedes hacerlo, pero tienes que empezar por tu calle", subraya.


Fuente: bez [by Esther Ortiz  ]

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